“...era la efigie de un espantable monstruo,
la cara muy fea a manera de sierpe con unos colmillos muy grandes, muy
encendida y colorada, a manera de fuego”. Fray Diego Durán (publicado en 1880).
La forma de
representar a Tláloc en los códices es muy significativa, ya que cada símbolo
es una forma de instruir al discípulo, de llamar la atención sobre ciertos
aspectos del trabajo interior, nos muestra con sus símbolos el camino interior
o esotérico.
Dentro del
abundante panteón mesoamericano, ninguna otra deidad tuvo rasgos iconográficos
tan característicos como Tláloc. Las facciones de su rostro o máscara parecen
apegarse, con sus debidas variaciones, a un estereotipo ampliamente difundido
en sentido geográfico y cronológico; los círculos o anteojeras, la nariz
trenzada, la bigotera y los colmillos fueron sus atributos más comunes.